23.8.06

Anécdota postmortem

Hace tiempo pipero me pedía que contase alguna anécdota sobre mi efímero curro como vendedor de coronas mortuorias, hoy me decido a contar una de ellas. La verdad es que es de las más suaves, no me atrevía a contar ninguna porque nunca sabes la situación en la que se encuentra el que lo lee; si tenéis algún difunto reciente y querido, mejor que no sigáis leyendo.

No recuerdo el año, pero andaba yo estudiando 3º de BUP y buscándome la vida para sacar unos duritos más de los que me asignaba mi viejo en mi paga semanal. A esto que estaba yo tirado haciendo pellas en el parque que hay entre la Funeraria y la Mezquita de la M30 (curioso sitio) cuando me encontré con el hermano de un amigo que me dijo que iba a currar:
-¿y de qué curras?
- Vendiendo coronas para muertos
-¿?
-Sí, te pones en la entrada de la fune y vas eligiendo coches, personas, taxis... según vienen. Luego entras a los que has elegido y le intentas vender el catálogo que te dan en las mortufloristerías cercanas.
-¿No jodas, y cuánto te dan?
-Un 42 % del precio de lo que le vendas ¿quieres intentarlo?

*Suena a coña pero es verdad, la corona más barata costaba 12000 pelas, de las que te llevabas mil duros mondos y lirondos. Con un poco de suerte y en unas tres horas te levantabas, fácilmente, entre 20 y treintamil pelas; tened en cuenta que había coronas o centros que costaban más de doscientos billetes.

El caso es que voy a acompañar a un cliente a la floristería (¿no os he dicho que acepté el trabajo?) y después de cobrar y todo lo demás, el encargado de la tienda me pregunta que si le puedo acompañar por unos cuantos miles más.
Ni corto ni perezoso, me meto en la parte de atrás de la furgoneta con la enorme corona y nos dirigimos al interior de la funeraria (la misma que nuestro anterior alcalde, Álvarez del Manzano, vendió por una peseta a una empresa privada), una vez dentro todo eran chanzas y coñas entre empleados que parecían conocerse de hace años.

-Coloca esta corona en la habitación xxx
(lo de habitación me sonó a coña, pero busqué el número donde tenía que hacer la entrega)

Ahora os pido un poco de imaginación y puesta en escena.
Pasillos más anchos que los de un hospital flanqueados por puertas parecidas a las de las salidas de las discotecas o los cines.
Llego al número indicado cargado con la corona y bajo la barra de la puerta para entrar.

La primera sensación fue de frio, y no porque hubiese un muerto dentro, sino porque hacía un frío de cojones. La siguiente fue de sorpresa, una cabeza calva sobresaliendo de un ataúd rodeado de flores, y, la tercera sensación fue de alucine; a los pies del féretro y tras una gran cristalera, un grupo de familiares aporreaban el cristal de la cámara frigorífica para intentar indicarme dónde cojones querían que dejase la corona.

Os puede sonar a coña, pero imaginaos al menda moviendo la corona ora un poco a a la izquierda ora un poco a la derecha al son que le marcaban los vivos desde fuera de la pecera. Cuando ya creía haber colocado la rueda de flores en el sitio que les parecía más correcto me di la vuelta y me dispuse a salir; en ese momento oí unos fuertes golpes que casi me hielan el corazón. El que había pagado la corona exigía que estuviese por delante de las otras coronas y con un ángulo con el que se viese mejor la banda que llevaba alrededor. Debía ser publicista, porque sino no entiendo cómo alguien pueda dar semejantes hostias a un cristal delante de todos los familiares del muerto.

Cuando volví al pasillo creía que ya había pasado lo peor, pero estaba muy, muy equivocado.

Volví a la sala donde había cargado con la corona y pregunté por mi compañero, me comentaron que estaba en una sala contigüa y aunque por el cartel sobre la puerta no me atrevía a entrar, al final me decidí.

Es difícil describir lo que vi, pero lo voy a intentar. Imaginaos una sala donde preparan los cadáveres para ser expuestos en las cámaras frigoríficas. Imaginaos una mesa central metálica en plan veterinario. Imaginaos a unos siete tíos fumaos y descojonándose de risa. Imaginaos un muerto encima de una mesa metálica todo pálido, con una cara de felicidad increíble y con los morros como se os pondrían al cantar la última letra del "Only Youuuuuu".

-jajajajaj, es que....
-jejjeee
-jajajaja, es que eres gilipollas ¿a quién se le ocurre pegarle los labios al muerto en vez de pegarle los dientes?

Os lo podéis imaginar, ya eran ocho tíos descojonaos por la cara de cachondeo del finado (yo entre ellos), lo que viene a partir de ahora no es apto para mentes débiles. (por favor no sigas leyendo, te lo he avisado)



En fin, que ahí estábamos ocho tíos descojanándose de un muerto silbante. Al pasársele un poco la risa a uno de ellos se dirigió a un cajón y con un bisturí en las manos le hizo una masacre en los labios para abrilrle la boca. Una vez abierta cogió loctite y le pego los dientes (con gran esfuerzo para cerrarle la mandíbula), puso silicona dentro de la boca y le cerró los labios.

Nos fuímos antes de ver el resultado final, pero mi compañero me dijo que ese ataúd estuvo cerrado en la cámara frigorífica - le creí -

6 comentarios:

.María. dijo...

La anécdota es muy buena, especialmente lo de la colocación de la corona. Y a quien le parezca irrespetuoso que le zurzan, que si no nos reimos de estas cosas, chico....¿qué nos queda si no podemos reirnos del paripé floral y de cirujía estética que le brindamos a nuestros muertos?
Abrazos post vacacionales.

El Teleoperador dijo...

O sea, que "A dos metros bajo tierra" te debe parecer que se queda en un pudo ser.

Que se jodan todos: danos más de estas...

Anónimo dijo...

¡A mí que me incineren! Mira que lo tengo dicho, que ni entierros ni funerales. ¡Qué escándalo!, dice mi sufrida madre... que no quiera yo misa de funeral. Coñe, pues no la quiero y punto, no te joe... Menos mal que ya no me enteraré. ¿Qué no? Ay, que soy capaz de revolverme en ande me metan y montarles el numerito en plena misa, que estos no saben con que última voluntad se la juegan...
Esto... que se me va. Que me he reído un montón, porque lo cuentas genial y haces fácil imaginarse toda la escena, jajaja.
Un besote, Isaac.

Anónimo dijo...

genial tu vuelta, y el nuevo diseño de bloger, no te conocia, ya ves, he tenido que leer mas abajo para reconocer que era tu pag.. en cuanto a tu anecdota, buenoo, creo que tendemos a dramatizar lo que en realidad, es tan real como la vida misma,, pero a ver,, entiendo que somos asi,,y a nadie le gusta reconocer que un dia pegaran sus dientes con silicona,,, en fin,,, bienvenido que es lo que importa, y hasta luegoo

eva dijo...

si la anecdota es muy buena pero yo me alegro de que nadie de mi familia haya fallecido en madrid, que quieres que te diga ;)

Anónimo dijo...

Juas!... si es que te pasa cada cosa... eso me recuerda a la vez en que fui a avisar a un profesor de anatomia que tenia una llamada, boba de mi no reparé que en la puerta ponía "Sala de disección", te puedes figurar, quedé mas amarilla que aquel cadaver envuelto en formol... joder que susto! de lo que mas me acuerdo es de los pies tan enormes, no se si porque fue lo primero que le vi... y estuve soñando dias con aquellos pies grandes y amarillentos que me perseguian...

Alguna vez ha salido en pelis americanas, donde las funerarias son privadas, me preguntaba como eran capaces esas personas de maquillar a los muertos, pero bueno segun semire.... que mas da, se estan mas quietos que los vivos y no protestan si les pegas los labios... anda que!.